Bienvenido octubre;

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Robots.

Parece que somos robots, estamos programados para ilusionarnos, creer en algo, fracasar, superar metas, aferrarnos a recuerdos… pero, sin duda, también estamos programados para desilusionarnos.

Ese, ¡yo eso nunca lo haré, jamás! acabamos haciéndolo. Estamos programados para tropezar una y otra vez con la misma piedra o incluso con otra diferente, estamos hechos para reír, llorar y olvidar todo tomando una copa (bueno mejor dicho, tres).

Claro y es que luego alcohol con móvil es mala combinación. Y no es que lo diga yo pero, ¿a quién no le ha ocurrido?.

Es más peligroso que un chupito de «Jägermeister». Al igual escribes a alguien que echas de menos, que a tu ex diciéndole una serie de barbaries, que envías una nota de voz cantando una de tus canciones favoritas y que piensas que tienen un significado especial.

Si, estamos programados para equivocarnos, nuestro microchip pierde facultades por momentos, o mejor dicho, se crean unos cortocircuitos que ni nosotros mismos entendemos. Y luego vienen los arrepentimientos, las ganas de borrar lo que has hecho pero, el «doble check» azul te dice que ya esta hecho.

Si, sientes miedo, miedo a lo que piense la otra persona sobre ti, miedo a ser demasiado pesada y miedo a volver a desilusionarte.

Pero, ¿sabes qué? son locuras, cosas que aunque no estes al 100% de tus facultades deseas hacer. Claro, supongo que de ahí vendrá el dicho “los borrachos siempre dicen la verdad”. Simplemente locuras, unas que te enseñan que a esa persona no le importas y otras que se quedan en puntos suspensivos.

Así qué si deseas hacer algo, hazlo.

Puede que no salga como esperabas o que incluso se rompan todos tus esquemas, puede que sigas haciendo la patética algunos fines de semana más, bueno ¿y qué?. Luchar por algo, por alguien, hacer la tonta, la pesada, sea lo que sea, es mejor que esa sensación tan frustrante de quedarse con las ganas de hacer algo.